domingo, 21 de septiembre de 2008

El domingo



A pie de una larga, árida y desierta carretera, una camioneta negra con vidrios polarizados estaba estacionada junto a un modesto local de comida corrida. Dos hombres altos de mediados cuarentas y caras cubiertas por anteojos oscuros abordaron la camioneta. El sol estaba en el punto más alto del cielo y el calor era casi insoportable. El hombre en el asiento del conductor ofreció al pasajero un pañuelo, el lo tomó y secó su larga y ríspida frente de un solo movimiento.
“¿Qué harás el próximo domingo?” Preguntó el pasajero al conductor.
¿Este domingo? Es el día especial, mi único día disponible para estar la familia, tu sabes bien de eso, mis hijas, deberías verles las caras de felicidad cuando llega nuestro día especial.” Contestó el conductor. “Iremos a la iglesia como cada semana desde que nacieron.” Añadió el conductor.
“Las llevare al catecismo y esperare para ir a comer un helado o dar un paseo por la ciudad. Lo importante es que en ese día debemos ser una familia. Los tiempos han cambiado demasiado desde que nosotros fuimos criados. A nosotros se nos enseño a vara y saliva salpicada. Se nos leía la biblia todos los días, una y otra vez hasta que entrara en la cabeza lo que hasta ahora logramos comprender. Nos enterábamos de que estaba bien y que no lo estaba por los puños y palmas de nuestros padres. No nos era permitido cuestionar, negociar, ni opinar, debíamos aceptar la verdad de donde nuestros oídos no éramos más que esclavos de la voluntad de nuestros padres. Pero ahora todo es diferente. La palabra del señor ya no se lee en los hogares de la gente bien. Ha sido sustituida por libros de fantasías y revistas aristocráticas que muestran lo trivial de nuestro mundo actual. Ahora es una falta grave tocar en forma pendenciera y estrepitosa a nuestras esposas e hijos. La disciplina ha dejado de ser responsabilidad de los nudillos y las sabanas ya no tienen el amarillo indicativo de una esposa fiel. Ahora los hijos tienen la primera palabra, y los padres solo somos espectadores y debemos concordar con sus ideas o soportar ser encajonados en el baúl de los anticuados y misóginos.” Dijo el conductor al pasajero mientras el sol hacia el calor cada vez más insoportable.
El hombre hizo una pausa, puso sus manos en el volante y dijo:
“Eso no les pasará a mis hijas. Ellas serán gente bien y de eso me encargaré yo.”
El conductor separó sus manos del volante; de su bolcillo sacó un reloj plateado con manecillas rojas y un águila dorada al centro y dijo:
“Ya casi es hora, ¿tenemos todo listo?”
El pasajero asintió con la cabeza con un movimiento sutil pero firme y sacó del asiento trasero una bolsa negra de doble asa y la puso sobre sus piernas. Abrió la bolsa y sacó dos pistolas Obregon de alto calibre fabricadas especialmente para altos jefes militares y se las entregó al conductor. Del fondo de la bolsa sacó las partes de un HK53A3 y comienzo a armarlo. El conductor guardó las armas en su pantalón e introdujo las llaves de la camioneta en la pastilla encendiendo el motor.
“Espero que no tarden más de lo esperado, prometí llegar temprano a comer, y odio romper mis promesas.” Dijo el conductor.
El pasajero terminó de armar el rifle, cargo y amartilló el arma diciendo:
“Ya es hora”
En la carretera, una camioneta grande de cabina completa, plateada y llantas anchas aparece en el horizonte. Detrás aparecen dos camionetas más, de similares características pero en color negro muy similares a la camioneta adyacente a la carretera. El conductor de la camioneta junto al modesto restauran de paso prepara la marcha y espera el momento justo en que las camionetas pasan enfrente de ellos. Inicia la alimentación de gasolina y el motor hace un ruidoso estruendo el cual llama la atención de los tripulantes de las camionetas gemelas negras. La camioneta solitaria rápidamente da alcance a las tres camionetas que, al dar nota de lo sucedido, aprietan la marcha en un infructuoso intento de escape cortado por el pasajero de la camioneta solitaria quien lanza una granada de fragmentación la cual explota justo en el espacio de las camionetas pares y la viajera gris. Las gemelas negras se elevan rápidamente y sus trompas quedan en el aire formando dos líneas paralelas como una rutina planeada que por cortos segundos sirviese de marco para la camioneta solitaria atravesando la estela de humo de la explosión. El vehículo gris salió disparado hacia el frente y en un movimiento solido aterrizo de frente seguido por el ruido de metales chocando con el pavimento penetrando en el oído como el cantar de las sirenas de los mares más lejanos. Al término del reversito avance, la camioneta negra se detuvo al lado del casi destrozado automóvil gris y los dos tripulantes descienden de la unidad. El conductor saca y amartilla sus armas mientras se aproxima a la camioneta. El pasajero verifica lo que queda de la parte trasera. En el vehículo viajaban cinco personas; dos hombres de idénticas vestiduras, trajes oscuros y camisas blancas, quienes habían muerto instantáneamente tras el rígido impacto, y en la parte de atrás una pareja joven quienes llevaban a una pequeña niña que yacía en los brazos del cuerpo de la mujer que había muerto cubriendo a la infante del duro encuentro con el suelo, en el asiento contiguo estaba un hombre en un traje fino con un corte de cabello implacable, cara y manos delicadamente cuidadas aunque maltrechas debido a la explosión y posterior impacto de la camioneta. El hombre estaba mal herido pero consiente y daba gemidos de dolor mientras tocaba con su mano izquierda su cabeza y con la derecha buscaba arrebatadamente a sus acompañantes de la derecha. El hombre con el rifle camina hacia la cabina y dispara directamente a los cuerpos tendidos de los uniformados al frente en quemantes ráfagas de plomo; la pequeña comenzó a gritar mientras tomaba el brazo de la mujer quien tenía la cara cubierta con sangre y la nuca tapiada con vidrios de la ventana que se estrello formando filosas puntas bañadas del rojo tinte de la vida. El hombre alcanzó el pie de la pequeña y dijo: Calma, tranquila mi amor, todo saldrá bien. La niña ahogó su grito de desesperación mientras el hombre con las dos pistolas apuntaba hacia el mal herido individuo y al encontrase sus miradas el lacerado sujeto en un último aliento y en dolor profundo dijo: ¿Méndez? Comenzaron las ráfagas, una tras otras sin parar durante los segundos interminables ambientados por los gritos desesperados de la pequeña que sufre como si las balas atravesaran su propia piel. Al terminarse el cargador, el hombre guardó sus pistolas y se dio vuelta en dirección a su camioneta donde fue alcanzado por el hombre del rifle quien comenzó a desarmarlo y ambos abordaron el vehículo. El conductor dio marcha y se reincorporo al camino, el pasajero guardó las armas nuevamente en la bolsa ya la puso en el asiento trasero. El conductor miró en el espejo retrovisor la escena alejándose mientras la camioneta avanzaba y dijo:
“¿Y qué hay con el domingo?”


“Pase por la mañana al salón de las tres y me dijeron que el domingo habrá nuevas pieles disponibles, y que tal vez nos interesaría enseñarles a utilizar el pecado antes de que empiecen a disfrutarlo.” Dijo el pasajero a lo que el conductor contestó:


“¿Sera después de las seis?”

Como veran, este fue mi primer escrito formal de una historia corta, no esta ni interesante ni bien escrita, pero queria mostrarla, por si despues se me da publicar las demas.


1 comentario:

Alicia dijo...

Este pa que veas si me gusto. Otra cosa que se me olvido contemplar en lo que te dije del artículo, es Dios, sin duda él juega un papel importante en la sociedad y al hablar de la familia y Dios es algo que sin duda influye en las desiciones que el protagonita tiene para con la suya. Sin embargo muchos niegan de eso (aunque sin fundamentos). Alguna vez alguen dijo (no me preguntes quien) "Si Dios no hubiera existido, el hombre se hubiera visto en la necesidad de crearlo"; yo estoy de acuerdo en esto y creo en él (jeje, como se ve que la escuela católica influye en mi), y es bueno que hayamos uno que otro despistado que hable de él.
Me despido, otro beso pero nomas pa que te emociones.